jueves, 21 de febrero de 2013

SCOTT ADKINS: El nuevo rey del cine de acción (I)


 Scott Adkins nació en Inglaterra en 1976. Desde pequeño fue un entusiasta del deporte, y con 10 años le empezó a coger el gustillo a las artes marciales. Tanto le picó el gusanillo que ahora es experto en múltiples especialidades, desde Taekwondo a Kung fu, pasando por Kickboxing y Jujutsu. Decidido a probar suerte en el cine, entró en la escuela de arte dramático de Coldfield, y sus primeras apariciones en la gran pantalla se produjeron en pequeños papeles para películas asiáticas, entre las que destacan Black Mask 2 o El poder del talismán. En 2005 peleó contra Jet li en  Danny the Dog, en la que fue la antesala de su primer gran éxito: Invicto II. 
 
La primera parte de Invicto (2002), fue interpretada por Ving Rhames y Wesley Snipes, y dirigida  por Walter Hill. El film tenía un argumento, al menos, peculiar: Un campeón de boxeo es condenado por un crimen que dice no haber cometido; en la cárcel es retado oficialmente por un convicto  a un combate para demostrar quién es  mejor peleando. A pesar de que está lejos de ser uno de las mejores obras de Hill, las buenas interpretaciones de todo el reparto y una entretenida parte final salvaban de la quema un producto que no abandona la etiqueta de convencional.
El éxito de taquilla en Estados Unidos dio paso a dos secuelas tardías, una en 2005 y otra en 2010. Invicto II no iba a contar con nadie del reparto original, y se iba a rodar con cuatro duros desembolsados por la temible productora Nu Image. Se escogió de director a Isaac Florentine, labrado en productos parecidos, y se apostó por dos figuras emergentes en el cine de acción: Michael Jai White y Scott Adkins. Nada hacía presagiar que Invicto II no sólo iba a conseguir superar a la primera parte en acción, sino que además lanzaría al estrellato al villano de la función, un Scott Adkins muy metido en su papel, que resultó ser además la contra réplica perfecta para el armario Jai White.  

Invicto II es un regalo para todos los aficionados del cine de acción, pero especialmente a los que amamos la serie b de los ochenta. En ella se encuentran todos los tópicos de cintas como Encerrado o Libertad para morir: Es una película de cárceles, y no pueden faltar los alcaides corruptos, los presos ultra violentos y las peleas en las duchas

Todo suena a visto, pero la historia fluye con una naturalidad y una falta de pretensiones que en muchas ocasiones evoca ese cine de serie b olvidado que apostaba por el entretenimiento y lo políticamente incorrecto. El bueno de la película es tan macarra o más que el villano, los diálogos son rápidos, en algunos casos ingeniosos, y  el ritmo no desfallece en ningún momento. Y lo fundamental, las peleas son magníficas, las coreografías son de primera, y tanto como White como Adkins nos asombran con golpes increíbles y brutales. De haber contado con un guión un poco más trabajado, estaríamos hablando de una buena película a todos los niveles, pero en mi opinión, ese honor se lo concedo a Invicto III. Adkins repitió papel en la tercera parte, pero White no, y Florentine regresó como director, a sabiendas de que la dos había sido su mejor película hasta la fecha.


 El principal acierto de Invicto III es, primero, dar continuidad  a la segunda parte, y segundo, hacer que el personaje de Adkins evolucione hasta convertirse en uno de los mejores antihéroes del último cine de acción, por no decir del último cine. Para no destripar el final de la segunda parte no hablaré del argumento de esta; baste decir que  en Invicto III se repiten los estereotipos del cine de cárceles y se suma una relación de buddie movies; Adkins y Mykel Shannon Jenkins comparten la suficiente química como para que nos preocupemos por sus problemas;  los diálogos y el humor vuelven a estar por encima de lo habitual en este tipo de producciones, y el nivel técnico de las peleas es impresionante. Adkins puede que no sea Marlon Brando, pero sus gestos son los de un actor correcto, que aquí borda el empeño y la fuerza que debe mostrar su personaje. Florentine dirige sin florituras pero con sentido narrativo, y rueda los mamporros con una claridad espectacular y sin medias tintas: es un film ultraviolento y con mucha sangre.  Y el final, sencillo pero emotivo, me pareció un broche perfecto para un film de obligada visión para los fans de las tortas.
A estas alturas del cuento es difícil lograr una película de acción que sorprenda, y aunque a veces da la impresión de que eso sólo se puede alcanzar a base de explosiones y efectos digitales, Invicto III demuestra que el cuerpo humano (Y el cine de bajo presupuesto) todavía es capaz de darnos muchas alegrias.  (Continuará)


miércoles, 6 de febrero de 2013

AMOR



Amour, 2012, Director: Michael Haneke, Reparto: Jean-Lous Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert.

Sinopsis: Georges y Anne, los ochenta cumplidos, son dos profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija también se dedica a la música, y vive en Londres con su marido británico. Un día, Anne sufre un infarto. Al volver del hospital, un lado de su cuerpo está paralizado. El amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba.

Seré sincero: En un futuro cercano no creo que vuelva a ver esta película de Haneke, como tampoco creo que de momento me apetezca revivir de nuevo films como Funny Games, La pianista o Cache; Quizás si revisione La cinta blanca, en mi opinión su mejor film, por una cuestión de detalles. No me malinterpreten (Ni me crean mucho), me encantan todas ellas, y Haneke es un director de obligada referencia, pero un film de Haneke es como una mala noticia. Una vez termina una de sus películas y se encienden las luces de la sala, te sientes como cuando te dicen que tu perro ha sido atropellado, como cuando te dan una carta de despido; Es como si tu novia te dijera que te ha dejado por otro, como si el médico te escupiese que te quedan tres meses de vida. Haneke te planta delante de una realidad tan cercana a ti que no puedes esquivarla, que te da de cara, que se te mete en las tripas. No es que sus filmes te dejen impactado durante un rato, si sólo fuera eso... No, se deslizan por tus pensamientos y se convierten en recuerdos vividos, tan vividos como si los hubieras experimentado tu mismo. Cada película de Haneke es una experiencia que entra a formar parte de ti, y es una experiencia casi siempre dura, desgarradora, sin concesiones.

Vale, quizás estoy exagerando, y tampoco soy de los que deshecho las películas porque reflejen una realidad que no queremos admitir o que no deseamos ver, pero quería expresar como me sentí tras ver Amor, pues opino que si uno llega a entrar en la película, la acaba sintiendo, aunque no por ello deje de admirar el “como” Haneke logra que la sintamos.

Está historia de la decrepitud de dos ancianos podría haber sido más dura visualmente, pero Haneke, como habitualmente suelen hacer los grandes, nos muestra sólo la superficie, para que nosotros tengamos que añadir lo demás, lo cual hace que el relato imaginado sea  más poderoso del que nos narra el film. Un ejemplo: Haneke es quizás el mejor director vivo utilizando los fuera de campo. Es una maravilla como crea tensión sin recurrir a artificios y piruetas de cámara, como nos obliga a pensar en lo que le ocurre a otro personaje en otra habitación.
Tampoco hay que dejar atrás el uso de los tiempos y el espacio que hace este director, o su dirección de actores: tremenda.
He leído algunas críticas que hablan de que Haneke ha rodado su film más tierno. Bueno, es posible que si lo comparamos con el resto de su filmografía sea cierto, pero vamos, que no se la recomiendo a los fanáticos de Disney, como tampoco lo haría a los que opinan que La roca es un film lento. Para el resto, imprescindible.